Una cruz sencilla
Hazme una cruz sencilla
carpintero…
Sin añadidos
ni ornamentos…
Que se vean desnudos
los maderos,
desnudos
y decididamente rectos:
los brazos en abrazo hacia la tierra;
el ástil disparándose a los cielos.
Que no haya un solo adorno
que distraiga este gesto:
este equilibrio humano
de los dos mandamientos.
Sencilla, sencilla,
hazme una cruz sencilla,
carpintero.
(LEÓN FELIPE,
¡Oh este roto y viejo violín!,
Visor, Madrid 1993, 161)